Mientras en Chiloé los hospitales se ahogan sin médicos especialistas y la crisis sanitaria golpea cada rincón del país, un escándalo de corrupción sigue pudriéndose en silencio. Miles de millones de pesos de todos los chilenos se esfumaron, destinados no a salvar vidas, sino a llenar bolsillos de políticos, operadores y fundaciones ligadas al poder.
El nombre de esta vergüenza: Caso Procultura.
“Esos miles de millones de pesos que se robaron pudieron estar destinados a estos temas”, lanzó con rabia el senador Fidel Espinoza, recordando que la plata desaparecida podría haber financiado especialistas, equipamiento y medicamentos que hoy la gente suplica.
Pero lo más repugnante no es solo el robo: es la complicidad del silencio. A más de un año de destapado el escándalo, la Fiscalía no ha formalizado a nadie. ¡A nadie!
En el centro del huracán están tres nombres que deberían estar en el banquillo y no en sus cómodos sillones:
• Alberto Larraín, secretario ejecutivo de Procultura.
• Sebastián Balbontín, ex consejero regional y ex candidato a alcalde de Limache, investigado por financiamiento ilegal de campaña.
• Diputado Diego Ibáñez, asesor y amigo íntimo de Larraín.
Todos ellos siguen intocables, como si la justicia se hubiera tomado vacaciones. Mientras tanto, el tiempo pasa, las pruebas se enfrían y la impunidad se instala como norma.
Y como si fuera una burla a los chilenos, el Partido Comunista y el Frente Amplio juegan a la desaparición: evitan pronunciarse, esquivan el tema fundaciones y prefieren apostar a que, con las elecciones encima, el pueblo olvide.
Silencio calculado, promesas vacías y shows mediáticos para distraer.
La rabia crece. La gente está cansada de ver cómo se protege a los suyos, sin importar de qué lado de la política vengan. El dinero malversado es plata de todos: de los que esperan horas en urgencias, de los que no tienen acceso a especialistas, de los que mueren esperando atención.
La pregunta que retumba en las calles es simple pero dolorosa:
¿Cuánto más tendremos que esperar para ver a estos responsables esposados y rindiendo cuentas ante un tribunal?
Porque en Chile, parece que la justicia llega… pero solo para algunos.